Es cierto que todavía está muy extendida la idea de que perros y gatos no se llevan bien, pero suele provenir de personas con prejuicios y que nunca han vivido tal experiencia.

La realidad es bien distinta. Existe un número importante de hogares donde perro y gato conviven de manera no solamente pacífica, sino que su relación está basada en una perfecta armonía, respeto mutuo y grandes dosis de cariño.

¿Cómo se ha conseguido esa convivencia tan envidiable? Con las recetas de siempre, tiempo suficiente para que se conozcan y entiendan que no suponen ningún peligro el uno para el otro, paciencia para ayudarles a llegar a una pauta de conviviencia y cariño que repartir entre ambos animales.

Es probable que tu gato, ante la llegada de un perro (seguramente de mayor tamaño), sienta miedo. Puede o bien huir y esconderse o bien erizarse y mostrarse amenazante, echando mano de todo su arsenal de herramientas intimidatorias: pelo erizado, bufidos agresivos,...
Si el perro que tenéis decidido integrar en el hogar es un cachorro, es previsible que intente jugar con el gato y probablemente sus movimvientos efusivos le acarren un manotazo por parte de vuestro gato.

Lo cierto es que tienen que entender y hacer suyas unas pautas de convivencia entre ambos que, una vez asimiladas, les permitirán disfrutar de la compañía del otro, compartir momentos de juego y de cariño, consiguiendo una relación óptima.

Aunque parezca paradójico, a veces es más fácil conseguir que dos animales de especies diferentes (que no sea depredadora la una de la otra) consigan llevarse bien que si lo fuesen de la misma especie, ya que no existe entre ellos rivalidad competitiva.

Un primer consejo de cara a la relación sería el de no obligar a vuestro gato a compartir todo desde el primer momento con su nuevo "hermano". Es un animal ya adulto con su personalidad definida y tiene derecho a hacer las cosas a su ritmo, sin imposiciones. A algunos les cuesta más que a otros aceptar los cambios, sobre todo si suponen una alteración de la quietud de su territorio. Es decir, que es importante mantener espacios definidos para ambos animales en un principio y algo fundamental: cada uno con su propio plato de alimento, su propio bebedero, su propio sitio para dormir, ... Esta separación espacial ayudará a vuestro gato a entender que la llegada del nuevo animal no supone una merma de su espacio y de sus propiedades.

Otro consejo sería el de mimar más a vuestro gato. Es más que comprensible que el animal de mayor antigüedad, es decir vuestro gato, sea el más proclive a presentar "quejas" por esta nueva incorporación. Aseguraos de darle muchos mimos y caricias, sujetando al perro o teniéndole muy cerca para que el gato no disocie una situación placentera como es la caricia de la presencia del perro.

Muchos mimos y atenciones al gato en los primeros días para que no se sienta desplazado o amenazado por la nueva presencia del perro, muchos juegos en los que puedan interactuar los dos animales para que vayan entendiendo el tipo de relación que se puede establecer y lo interesante y beneficiosa que puede ser.

En cuanto a consejos prácticos, no perder de vista el interés de cada animal por la comida del otro. Convendría buscar un lugar para la comida del gato a una altura a la que no pueda acceder el perro. Tampoco se puede olvidar que el arenero es un lugar de interés para el perro que puede sentirse atraído por las heces del gato, en este caso, mejor decantarse por un arenero cerrado y con puerta.

Y no olvidéis que el pilar del hogar y de que las relaciones entre todos sus miembros sea armoniosa, sóis vosotros. Cuánto más tranquilos y relajados os mostréis, más seguridad estaréis transmitiendo a vuestos animales y antes conseguiréis vuestros objetivos.