Entendemos que “fuera de casa” se refiere a la calle, porque, obviamente, si nos referimos a una parcela/jardín/patio nuestro que controlamos y donde no existen los peligros de la calle, la valoración no es la misma.
Su interés por la ventana se debe a su curiosidad innata, son muchos los estímulos que capta a través de la ventana, pero no está tan claro que el que le guste mirar por la ventana signifique que le guste pasear por la calle.
Los gatos -y desde muy cachorritos- hacen sus necesidades en una bandeja de arena y no necesitan del paseo para ello.
Si en el caso del perro, el paseo supone una ocasión de conocer a otros perros, interactuar y jugar, eso no se da en el gato.
Son animales territoriales que se encuentran muy a gusto en su territorio, que van haciendo suyo según van depositando sus marcas de olor. Ese espacio que reconocen es en el se sienten seguros.
La calle es un lugar intimidatorio, no conocido y donde no detectan su propio olor. Para más inri, cruzarse con algún semejante, tampoco significa una ocasión de jugar, sino más bien sería motivo de estrés.
Por otra parte y a pesar de que el gato pasee controlado con correa, son muchos los peligros/riesgos con los que puede encontrarse. Desde perros sueltos que puedan asustarle o hacerle daño a otros que puedan producirse por desconocer el entorno (pisotón, golpe,...) Los estímulos que probablemente capte al mirar por la ventana, bien podrían convertirse en estrés si decidimos sacarle a pasear. Mucho más efectivo nos parece proporcionarle un hogar con un ambiente rico en estímulos como podrían ser posibilidades de trepar a altos donde pueda otear su entorno, juegos divertidos con nosotros o incluso, plantearnos la posibilidad de introducir otro gatito en el hogar para que puedan interactuar y jugar juntos.