Éste es el eterno dilema que se plantean tanto los adoptantes como las protectoras a la hora de entregar un gato en adopción a un adoptante que vive en casa baja con parcela porque, sin lugar a dudas, existe la posibilidad de que el gato sufra un accidente.
Difícil es tener una postura predeterminada e inamovible. Cada escenario es diferente y la decisión debería tomarse en base al nivel de peligro inherente a cada contexto. Bien es cierto que un gato disfruta enormemente de un patio/jardín en el que puede tomar el sol, restregarse por los árboles, en la hierba, observar los pájaros,... En definitiva, disfrutar de una vida mucho más "natural", más parecida a lo que sería en su hábitat originario. No menos cierto es que un gato que sale al exterior se enfrenta a peligros y riesgos que no existen en el interior de una casa (tráfico, algunos perros, otros gatos, personas poco amantes de los animales y un largo etc,...)
El riesgo no radica tanto en la posibilidad de que se pierda, una gata de más de un año ya es adulta y sabrá orientarse. Empezará colonizando espacios cercanos a la casa e irá ampliando su radio de acción.
En definitiva, es probable que cada dueño de gato tome su propia decisión en base a su personal filosofía de vida, a su capacidad de asumir riesgos y responsabilidades y a su particular definición de la felicidad. Si pesa más en la balanza la calidad de vida que se le va a ofrecer brindándole la posibilidad de salir fuera, aún a pesar de tener muy claro que conlleva sus riesgos, se le permitirá disfrutar del exterior.
Por otra parte, un gato adulto y castrado no tiene ya las mismas inquietudes que un gato sin castrar y es frecuente que una vez explorado su espacio, se quede en la parcela sin ir más allá, disfrutando simplemente del aire libre sin necesidad de ir a buscar otros estímulos, como podría ser el apareamiento.