Posiblemente habréis observado en más de una ocasión cómo algún gato, de repente, ha movido sus orejas, dirigiéndolas hacia puntos diferentes, agachando una y la otra no o girando la cabeza mientras que sus orejas las direccionaba hacia otro punto. Podríamos decir que son como dos antenas parabólicas con las que pueden detectar casi cualquier sonido, muchos de ellos inaudibles para el oído humano. Esta habilidad la conservan de sus antepasados felinos, de cuando todavía estos animales no eran domésticos y vivían en libertad como cazadores.